¿De dónde surge?

Akavalacabala surgió de uno de esos momentos en los que sentís que nada te ayuda.

Estaba en una etapa difícil, donde me parecía imposible atravesar los ataques de pánico, y para sumar a la situación tenía que viajar, lo cual era mi mayor desafío en ese momento, y en una de las tantas cosas que hice a modo terapia, alguien me recomendó llevar un objeto amarillo. Algo pequeño, simbólico. Un amuleto que pudiera agarrar si me sentía mal.

No era lógico, pero me aferré a eso. Necesita algo más allá en lo que creer. Y aunque no tenía nada de mágico, me dio algo que sí era real: confianza.

Ahí entendí el poder de lo simbólico. No se trata del objeto en sí, sino de lo que proyectamos en él. Esa mínima dosis de creencia que puede cambiarlo todo.

Akavalacabala es eso: objetos que te acompañan, pero sobre todo, te recuerdan que la fuerza está en vos. Que activan algo adentro y te dan ese empujón justo cuando lo necesitás.

No es magia. Es la decisión de confiar en tu poder interno.

Un recordatorio de que podés.